CELEBRACIÓN DEL 50 ANIVERSARIO

DE LA ORDENACIÓN EPISCOPAL DE DON GABINO

 

El 12 de Septiembre de 2015, a las 12 de la mañana, se celebró en la catedral de Oviedo una eucaristía que tuvo como telón de fondo la celebración del 50 aniversario de la ordenación episcopal de D. Gabino. Estuvo arropado en esta celebración por varios obispos, y muchos sacerdotes y fieles, que seguramente lo que más querían era mostrarle su afecto, que da la impresión ser mucho el que se le tiene. El acto se convirtió en un cálido homenaje al bueno de D. Gabino, significado con el fuerte y largo aplauso que recibió de los presentes, al que esta Web se une con esta reseña.

 

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Al salir, apoyado en su bastón y en el obispo Don Jesús, habiéndole precedido todos los obispos concelebrantes, doce, una vez que dejó el presbiterio y se dirigía por el pasillo central hacia la sacristía, muchos de los presentes se le acercaron para saludarlo, pudiendo percibirse el cariño que se le tiene.

Don Gabino fue consagrado obispo el 22 de Agosto de 1965 y después de regir la diócesis de Guadix-Baza durante cuatro años, el 20 de Septiembre de 1969 celebró su primera misa en Covadonga como obispo de la Archidiócesis de Oviedo. Al cumplir los 75, como es preceptivo, presentó su dimisión, que le fue aceptada antes de que pasara el año, el 7 de Enero de 2002. Desde entonces vive un discreto retiro en la Casa Sacerdotal Diocesana.

 

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El que escribe estas líneas, ordenado sacerdote en el año 1967, ya jubilado, y posteriormente secularizado, mientras esperaba el comienzo de esta celebración, al ver en ella al cardenal Rouco y Sebastián entre los obispos concelebrantes, le vino a la memoria aquel momento, en torno al año 1984, en el que todos aquí esperábamos el solio cardenalicio para Don Gabino, que, repitiendo mandato, era Presidente de la Conferencia Episcopal Española (1981-87), habiendo sido anteriormente durante dos trienios (1972-78) Presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social. Los cargos desempeñados, que lo eran por votación, mostraban claramente que el episcopado español le consideraba como el obispo de más prestigio del momento. No era extraño que aquí en Asturias muchos creyésemos que el Vaticano, en uno de esos momentos que se esperaban nombramientos, le hiciese cardenal. Pero ya en la Iglesia Católica se había iniciado la deriva conservadora que daría al traste con la esperanza de renovación nacida en el concilio Vaticano II. Don Gabino no era de la cuerda de quienes entonces ostentaban el poder eclesiástico. No viene al caso ahora matizar esta ausencia de sintonía. El hecho es que ni sería cardenal, ni promovido a ocupar otra sede de esas que se consideran más importantes, tal como, al menos, la sede primada de Toledo, su diócesis de origen, y vestido allí con el birrete cardenalicio.

También este acto en torno a Don Gabino me hizo recordar aquel momento en el que, habiendo sido elegido yo miembro del Consejo del Presbiterio, en la sesión que tuvo lugar poco después de los hechos antes descritos pedí la palabra para intervenir y lo hice para decirle a Don Gabino, allí presente, que le honraba que no le hubiesen hecho cardenal, pues ello significaba la positiva distancia entre él y quienes entonces dirigían los destinos de la Iglesia, empeñados como estaban en cambiar el rumbo marcado por el último concilio.

Si uno no estuviese entre quienes piensan que en la Iglesia debieran desaparecer todos los títulos y dignidades, salvo el de obispo, sería esta celebración del 50 aniversario de su consagración episcopal un buen momento para pedirle al Papa Francisco que eligiese a Don Gabino para formar parte del colegio cardenalicio para reparar el “injusto” comportamiento de la Iglesia con él, pues creo que es sobradamente merecedor de esa distinción a la vista de otros nombramientos. Este obispo nuestro prefirió más ser fiel a sí mismo y a su modo de ver unos cuantos asuntos eclesiales que adaptarse camaleónicamente al momento eclesial para poder trepar en la Iglesia. También por esto hay que felicitarle.

Nos sentimos orgullosos de haber tenido a D. Gabino como obispo, pues, sin salirse él de lo legal, dejaba hacer, nada inquisitorial, muy accesible y dialogante, abierto a los problemas sociales… Dicho todo esto sabiendo que “nadie es perfecto”. En las palabras que dijo al final de la celebración él mismo reconoció sus deficiencias y agradeció todo lo que de la diócesis asturiana había recibido.

José María Álvarez.