APOYO AL PAPA FRANCISCO

Es evidente la aceptación generalizada con que ha sido acogido el nuevo papa, debido ello sobre todo a la sencillez de su estilo de vida y a la claridad de su lenguaje a la hora de hablar de las cuestiones que aborda o de responder a las preguntas que le hacen los periodistas. Todo ello le hizo muy cercano a la gente. Por el lugar que ocupa y por su peculiar personalidad puede que el papa Francisco sea hoy el personaje con mayor autoridad moral del mundo.

Sin embargo no todos, tanto dentro como fuera de la iglesia, están al lado del Papa. Recoger toda la oposición que ha generado y señalar quiénes son los que manejan los hilos del rechazo al actual obispo de Roma, creo que no tiene demasiada importancia. Todos los que seguimos más o menos de cerca la marcha de la Iglesia-Institución somos sabedores de ello. Quizás el momento álgido, por la categoría de sus autores, fue la publicación del libro Permanecer en la verdad de Cristo, firmado por los cardenales Müller, De Paolis, Bradmuller, Cafarra y Burke, arremetiendo contra el también cardenal Walter Kasper. El objeto de este pretencioso, visto el título, libro era mostrar su oposición a que se admitiese a la comunión a los divorciados vueltos a casar, tema que está todavía bajo la consideración del sínodo sobre la familia aún no clausurado. Somos muchos los que pensamos que el papa de la misericordia es proclive a dar el paso de posibilitar que no sea un obstáculo la referida situación para acercarse a la comunión en la celebración de la eucaristía. Por ello, también se cree que el libro supone un enfrentamiento de los cinco cardenales mencionados al mismo papa Francisco. Seguramente que los mismos se rasgarían las vestiduras si un grupo de cardenales se hubiesen opuesto a alguna iniciativa de Juan Pablo II o de Benedicto XVI, aun creyendo que hubiese razones suficientes para ello.

Haciéndose eco de las críticas y rechazos al papa Francisco, no hace mucho el cardenal Walter Kasper ha escrito un pequeño libro, “EL PAPA FRANCISCO, Revolución de la ternura y el amor. Raíces teológicas y perspectivas pastorales”, editado en castellano por Sal Terrae, cuya doble finalidad él mismo señala: “aproximarnos teológicamente al ‘fenómeno Francisco’ e iluminar en alguna medida el trasfondo y contenido teológico de este pontificado, poniendo de manifiesto las nuevas perspectivas que se abren” (pág. 21). El autor resalta el rechazo a este papa afirmando que, a pesar de su extraordinaria aceptación mundial: “no faltan, sin embargo, voces críticas que dicen: este papa no nos gusta, porque gusta demasiado. Entretanto, las reservas y las críticas, abiertas o también disimuladas, han aumentado en algunos medios de comunicación y ciberportales, incluso en algunos círculos de la Iglesia… Al fin y al cabo no son pocos los que no se fían del todo del nuevo entusiasmo, se ejercitan en la cautela distinguidamente expectante y, a la vista de la avanzada edad del papa, quieren más o menos dejar pasar este pontificado. Lo que para la mayoría se antoja una nueva primavera es para ellos una ola de frío pasajera; no un nuevo comienzo, sino un incidente”. (Pág. 20).

Con este libro el cardenal da la cara en defensa del papa Francisco, haciendo ver la novedosa frescura que él ha supuesto para la Iglesia, pero al mismo tiempo señalando que es continuador de toda una tradición de la Iglesia, retomando algunos aspectos subrayados por el concilio Vaticano II que habían quedado en el olvido. Y lo que es más importante: señala que este papa lo que quiere es una vuelta al Evangelio de Jesús, haciendo de las Bienaventuranzas el programa de su pontificado e indicando que éste ha de ser el camino que hemos de seguir no sólo individualmente los católicos sino la Iglesia misma como institución, que ha de ser, también ella, pobre y para los pobres. ¿Podrán ser estos objetivos causa del rechazo al papa Francisco? ¿Puede resultar molesto retomar ideas del Concilio Vaticano II que quedaron en el  olvido durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI? No debiera ser así, pero resulta que, como señala W. Kasper, “el recuerdo del Evangelio y su eterna novedad también es siempre, sin embargo, un recuerdo peligroso. Cuestiona y llama a la conversión y reorientación”. (Pág. 21). Parece que también sucede así cuando se quiere que el programa de la Iglesia esté inspirado en las Bienaventuranzas. Al querer una Iglesia pobre, el papa resulta un incordio para los satisfechos y acomodados en las poltronas eclesiásticas, que interesadamente defienden. Y por otra, al querer una Iglesia para los pobres reaviva en ella el rescoldo profético que la tiene que llevar a salir en su defensa, denunciando a los responsables de tanta pobreza que hay en el mundo. Con ello la Iglesia, deben temer algunos, perderá el apoyo de los poderosos. Pero esta pretensión del papa Francisco de querer una Iglesia pobre y para los pobres, que a algunos incomoda hasta el punto de alzar la voz contra él”, está en consonancia con la gran tradición de la Iglesia, recogida por todas las encíclicas sociales desde la Rerum Novarum de León XIII (1891) hasta la Caritas in Veritate de Benedicto XVI (2009). ¿Cómo es posible que pueda ser visto como peligroso para un cristiano querer que la Iglesia mire ante todo para el Evangelio, que es Jesús mismo, y lo tenga como principal referencia?; ¿cómo es posible que a algunos incomode una Iglesia pobre y para los pobres, habiéndose Jesús identificado con ellos en la parábola del Juicio Final? La verdad es que el rechazo al papa Francisco parece fruto de una corrupción moral y doctrinal. ¿Quizás debido ello a una corrupción “económica”?

También parece que, incomprensiblemente, es un motivo de rechazo el “discurso del papa sobre la misericordia, que a algunos les resulta sospechoso”… “pues ven en la misericordia una suerte de ‘suavizante’ que vacía de contenido los dogmas y mandamientos y deroga el significado central y fundamental de la verdad”, afirma el cardenal Kasper. Y él mismo responde lo único que se puede decir: ¿cómo la misericordia va a poner en cuestión la verdad o los mandamientos?  Eso es teológicamente absurdo. La misericordia es algo central en la vida de Jesús y en su predicación. Es un aspecto del amor, que el Señor quiso que fuese distintivo de la vida cristiana. Por eso, la Iglesia misma no puede no ser miseri-cordiosa, ha de tener siempre el corazón (el amor) puesto en los “miseri”, en los pobres y en los pecadores.  Algunos entienden poco de misericordia y mucho de severidad. Había uno muy importante para los cristianos que prefería la misericordia al sacrificio, pero de él saben muy poco quienes se dedican más a condenar y apartar que a perdonar e incorporar. Resulta incomprensible que no se les deje comulgar a los divorciados vueltos a casar que lo deseen. La verdad es que la cuestión es más teórica que práctica, más de derecho que de hecho.

Uno se pregunta, como hace el cardenal Kasper, ¿impulsará Francisco realmente una gran reforma de la Iglesia que llegue a consolidarse?“ La respuesta no depende sólo del papa. Depende así mismo de si –y en caso de respuesta afirmativa hasta qué punto-los miembros de la Curia Romana, las Iglesias locales, las órdenes y congregaciones religiosas, los movimientos, las asociaciones, las facultades y escuelas superiores de teología y muchos cristianos a título individual hacen suyos o no los impulsos del pontífice. No podemos recostarnos sin más en el sillón y decir: esperemos a ver qué trae consigo el nuevo papa. Hemos de atrevernos a salir de nuestros respectivos hoyos y a ponernos en camino e incluso esprintar. Todos debemos tener claro: “yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo”. Walter Kasper nos invita a todos a implicarnos al lado del papa para hacer que su pontificado sea realmente impactante y consiga un cambio de rumbo en la Iglesia. Este es el objetivo de mi breve artículo: unirme a todos los que aplauden a este papa humilde, sencillo, dialogante, integrador, cercano a la gente, preocupado por los empobrecidos, a quienes defiende firmemente, a este papa que quiere una Iglesia pobre y para los pobres, a este papa que no sólo es palabra enriquecedora sino que es además vida, testimonio, referencia existencial. También quiero agradecerle especialmente la Exhortación Evangelii Gaudium y la Encíclica Laudato Si, ambos textos raudales de luz para quienes quieran hacer una sociedad y un mundo mejor.

José María Álvarez.