PRIMERO DE MAYO: UN DÍA REIVINDICATIVO
La clase obrera suele ser definida en unos términos que no incluyen los parados ni los jubilados, ni las amas de casa. Yo creo que interesa encontrar los elementos comunes que los abarquen a todos. Hay que incluir a los que quieren trabajar y no encuentran dónde y a los que han dejado el trabajo, pero siguen viviendo aún de lo que han trabajado o de los que están trabajando. Que los sociólogos busquen y determinen cuáles son los elementos que unen a estos grupos para poder constituirlos en clase. Lo que yo quisiera reivindicar en este PRIMERO DE MAYO DE 2015 es la unidad de estos grupos en torno al concepto ‘clase obrera’ y con ello afrontar las consecuencias que podría comportar, entre otras:
1.- El paro es un problema propio de la clase obrera y ha de ser un objetivo propio suyo conseguir que todos los que quieren trabajar lo consigan. Ello afecta sobre todo a los sindicatos. El parado, aunque no cotice en ningún sindicato, podrá pertenecer al que quiera con todas las consecuencias, incluyendo voz y voto, pues se considera que está siempre al día en su cotización.
2.- Lo mismo ha de aplicarse a los jubilados y pensionistas. Las bajas o bajísimas percepciones en ambos sectores son también problemas de la clase obrera y ha de ser con todo derecho un objetivo sindical el conseguir el aumento de las pensiones y la justa distribución de los recursos de los que se dispone a tal efecto.
3.- El tercer objetivo se centraría hoy en un cambio de mentalidad respecto al trabajo de la casa, que puede llevar una mujer, que es lo más frecuente, o un hombre. Digo de mentalidad porque hoy parece utópico poder conseguir un salario real para quien hace lo de la casa, pero sí se puede ya considerar el salario de quien trabaja fuera como salario de los dos. Lo que creo que sí debiera conseguirse ya es que cuando nadie de la familia recibe otro salario, percibiera en justicia uno del erario público por el trabajo que se realiza en la vivienda, incluyendo en él la cotización a la seguridad social. Para ello se necesitaría una profunda renovación de la política fiscal y una lucha eficaz contra el fraude para que el Estado tuviese los suficientes recursos para afrontar un reparto equitativo de los beneficios de la actividad productiva y financiera.
José María Álvarez.