EMERGENCIA HUMANITARIA

Intentemos ver lo más profundamente posible LOS HECHOS sobre los que quisiera reflexionar. El problema de los refugiados no se reduce a los que han llegado hasta la UE pidiendo asilo. A octubre de 2015 sabemos que hay 4.180.631 refugiados sirios en los países vecinos: en Egipto, Irak, Jordania y Líbano, Turquía y Norte de África. Además, los refugiados sirios son sólo parte del problema. Los hay de otros países. Hay que añadir a esta grave crisis humanitaria los inmigrantes que han llegado a la UE, los que intentan entrar desde África y el Mediterráneo convertido en mar de muertos. Los primeros huyen de la guerra o de la persecución política. Estos últimos huyen principalmente del hambre. Todos por igual quieren escapar de la muerte o buscan salir de situaciones vitales límite. Todos forman parte del problema humanitario que tenemos planteado. Todos debieran ser por igual debidamente atendidos.

Para conocer bien un problema social y poder darle una correcta solución hay que llegar a sus causas más profundas y entrar en el entramado político-económico. En este caso tenemos que saber algo del porqué de las dictaduras y de las guerras, del porqué del hambre en África, que es lo que produce estos masivos movimientos de población. Detrás de todo ello ¿no están los grandes negocios de los más poderosos? Y, mirando un poco más profundo, veremos que, sosteniendo toda esta injusta realidad socio-económica en favor del capitalismo financiero y productivo, hay toda una ideología neoliberal que es la que está inspirando a casi todos los políticos que detentan el poder ejecutivo y legislativo en los países occidentales.

Si miramos un poco más allá de las muy graves necesidades vitales, podemos llegar a detectar el drama humano interior que deben estar viviendo todos aquellos que, después de verse obligados a dejar sus casas, reciben el impacto de un rechazo tan directo y tan agresivo que todos hemos podido ver. Estando en una situación tan límite de necesidad, ello tiene que producirles una hiriente decepción de la condición humana. Pensarían haber llegado, por fin, a la Europa de las libertades, de la fraternidad, de la igualdad, a la UE del bienestar…, y se encuentran con la Europa de los mercaderes, con una escala de valores donde predominan los económicos y donde los intereses nacionales prevalecen sobre los humanitarios universales. Quizás ello haga nacer en algunos una respuesta de agresividad hacia quien los ignoró y les dio de lado. Pensando en las repercusiones más íntimas de sus dolorosas vivencias no sería extraño que muchos hubieran llegado a un cierto nivel de deshumanización y nos vieran a los europeos más como enemigos de otra especie que como semejantes.

Por todo lo visto anteriormente podemos concluir que estamos ante una gravísima emergencia humanitaria. Y ahora, ¿QUÉ HACER?

Los principios éticos de actuación al respecto están claros: El derecho de asilo es un derecho humano universal, los Estados tienen la obligación de hacer efectivo este derecho, responsabilidad que recae directamente sobre los dirigentes políticos. En la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) en su artículo 13 proclama: “1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado. 2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país”. Los ciudadanos de Europa, donde vive una gran mayoría de población que se confiesa cristiana, pueden reforzar estos principios de comportamiento con su moral social, que es esencialmente altruista, debido al más importante mandamiento del Maestro de Nazaret: amaos los unos a los otros.

Las propuestas de actuación podrían ser muy variadas. Yo haría estas:

1.- Ante la gravedad de la situación de refugiados e inmigrantes y la ineficacia de los responsables de afrontarla desde las instancias del Estado, la sociedad civil está obligada, por una parte, a implicarse con acciones solidarias y, por otra, a ejercer una dura crítica exigiendo a los políticos que cumplan con su obligación de acoger a los que llegan a las puertas de la UE. Cuando refugiados e inmigrantes sientan el calor de unas manos extendidas que les ayudan, volverán a sentirse pertenecientes a la colectividad humana.

 2.- Pero la solidaridad tiene que huir del asistencialismo. No se trata sólo, aunque hoy por hoy ni eso se haga, de dar comida, abrigo, servicios sanitarios… La atención ha de ser integral: psicológica, jurídica, de acompañamiento, buscando en última instancia la inserción o la vuelta a sus hogares de origen, utilizando modelos de acción social inclusivos. La solidaridad implica el seguimiento crítico de lo que hace España y la UE, sensibilizar tanto a la ciudadanía como a los funcionarios y trabajadores sociales, crear cauces de participación ciudadana, acompañamiento, cercanía e implicar a los refugiados e inmigrantes.

3.- Hay que luchar contra el capitalismo financiero y productivo y la ideología que los sustenta: el neoliberalismo, que están en gran medida en el origen de la pobreza y de casi todas las guerras y dictaduras, causa principal de todos los movimientos masivos migratorios. Hay que hacer que Europa sea distinta, que la UE no esté gobernada por mercaderes. Habrá mil maneras de conseguirlo y cada cual habrá de ver. Pero cada cierto tiempo disponemos de momentos decisivos que suelen ser desaprovechados: cuando elegimos a los políticos que han de representarnos en el quehacer de gobernar y legislar. Se necesitan leyes que pongan límites y controles al poder económico. Se necesitan políticos que no se pongan al servicio de quienes quieren estrujar a la gente, sino más bien que estructuren una sociedad que sea justa, equitativa y siempre solidaria, no sólo con los de cerca, sino también con los que están más allá de sus fronteras. No queremos políticos mercaderes ni para Europa ni para sus países. Es lamentable la ligereza con que la gran mayoría viven las elecciones. En general, en mi opinión, no hay ninguna razón válida para la abstención. A veces las razones que algunos dan son precisamente las mismas que otros tienen para la participación. Si alguien está decepcionado de los políticos, razón de más para buscar a otros que los sustituyan.

José María Álvarez. 2 de Noviembre de 2015