CONSIDERACIONES
DEL FORO DE CRISTIANOS GASPAR GARCÍA LAVIANA
EN EL “AÑO SACERDOTAL”
INTRODUCCIÓN
1. Con ocasión del Año Sacerdotal el Foro de Cristianos Gaspar García Laviana, Gijón, Asturias, ha hecho unas reflexiones sobre el sacerdocio, puntos de vista que quiere compartir con los demás. Queremos hacer saber que son también resultado de encuentros con laicos y sacerdotes que no pertenecen a este Foro. Pensamos que la Iglesia ha de ser plural y este pluralismo se ha de reflejar en la vida y en las opiniones. Además, no es lo mejor para la Iglesia el pensamiento único ni una praxis uniforme y monolítica. La diversidad no rompe la unidad que nos da nuestra fe en Jesús de Nazaret.
2. En primer lugar diremos que nos resulta poco atractiva la figura del cura de Ars como modelo para los curas de hoy. Su modelo no ha de ser otro que Jesús de Nazaret, al que también nos acerca la visión que da de él J. A. Pagola, la Teología de la Liberación y otros teólogos también sancionados apartándolos de la enseñanza o prohibiéndoles escribir. Creemos que se rechazan sus opiniones NO porque sean contrarias a la fe cristiana sino más bien a una determinada visión de Jesús que algunos tratan de imponer a todos.
3. Creemos que la Iglesia debe estar abierta a los cambios; no se pueden fijar como inalterables cuestiones o comportamientos que no tienen por qué serlo, como sucede con el modo de entender el sacerdocio y el estilo de vida sacerdotal. Lo que ha nacido por obra de la Iglesia, fruto de la creatividad, a través de la historia, de las comunidades, no tiene por qué considerarse inalterable.
4. Tanto los curas como los seglares debieran tomar conciencia de su fuerza dentro de la Iglesia, debieran organizarse y hacer valer sus opiniones, exigiendo siempre el debido respeto a ellas.
SOBRE LA RELACIÓN CLERO-LAICOS.
5. Debemos superar el clericalismo, que sigue siendo un hecho en la Iglesia. Para ello empecemos ya y en serio a repartir las tareas y responsabilidades en ella. Somos partidarios, en consonancia con los criterios que aquí expresamos, de la restauración del diaconado en Asturias, un diaconado también femenino. Creemos sería un modo de acabar con la institucionalizada prepotencia del clero.
6. Quisiéramos pedir a todos, pero sobre todo a los medios de comunicación, que no se identifique con la Iglesia a quienes son, Papa y obispos, una pequeña parte de ella.
SOBRE LA JERARQUÍA
7. Desearíamos que el sacerdocio ministerial, desde sus diferentes niveles: el episcopal, el presbiteral y el que dimana del bautismo, tuviera siempre, en su ejercicio, una referencia esencial a la comunidad cristiana.
8. Creemos que debiera ser distinto el modo de entender la figura del Papa y de ejercer su función en la Iglesia. No es razonable que una sola persona tenga tanto poder personal de decisión y de interpretación. Se ha de dar más valor e independencia a las Conferencias Episcopales nacionales y a la colegialidad de los obispos. Creemos Que sería mucho mejor para el bien la Iglesia que renuncie a ser Jefe de Estado, que deje su Sede Vaticana y sea sobre todo un servicio pastoral de la comunión universal de todos los creyentes. No consideramos adecuado que al Papa se le llame Santo Padre, pues queremos entender que sólo Dios es santo, ni Sumo Pontífice, título de origen pagano, ni comprendemos cómo al Vaticano, una administración estatal y eclesial, se la llame Santa Sede, ni que haya unos obispos-cardenales considerados como príncipes de la Iglesia. Estimamos que sería mejor para la Iglesia que desapareciera todo el entramado del Vaticano.
9. Desearíamos que los obispos fueran elegidos por las respectivas iglesias locales o diócesis, como prevén todavía algunos concordatos modernos. Aún hoy tiene validez aquello que algún día decía alguien: “la forma actual de elegir a los obispos es uno de los déficits más importantes de la Iglesia española”.
10. Nos parece que en nuestro país hay obispos que pretenden una vuelta al nacional-catolicismo. Queremos dejar bien claro que su postura no es la de toda la Iglesia Católica española. Pretender una “España católica” no tiene sentido. También pensamos que el modo de hablar de la “familia cristiana” refleja esa misma visión de cristiandad. Sólo hay una familia cristiana que es la comunidad, donde todos hemos de sentirnos verdaderamente hermanos.
SOBRE EL CURA
11. Nos gustaría que los candidatos al sacerdocio presbiteral pudieran salir de esas mismas comunidades, que se formaran en estrecha relación con ellas y que pudieran ser demandados por las mismas, como hacen en la actualidad algunos movimientos e instituciones religiosas. Creemos que se debe promover el diaconado permanente de los laicos, también de mujeres, como sucedía, por ejemplo, en la Iglesia antigua. Creemos igualmente que es posible encomendar a laicos/as la responsabilidad administrativa de comunidades parroquiales, como sucede de hecho en muchas iglesias locales de África y América Latina con provecho y espléndidos resultados.
12. Dado que en las parroquias las decisiones se concentran en la autoridad del párroco, en las diócesis en la del obispo y en la Iglesia en la del Papa, muchos curas y seglares estamos bastante desmotivados para la pastoral dentro de las instituciones eclesiásticas más allá de las parroquias. No puede seguir siendo que en la Iglesia la libertad, la creatividad, la novedad, la innovación… estén siempre fuera de lugar. Lo que realmente se nos pide es acatar las leyes, obediencia ciega. Defendemos una libertad responsable respecto a las normas litúrgicas que favorezcan una cierta creatividad en cada comunidad. Es imprescindible hacer una liturgia más atractiva sobre todo para los más jóvenes.
13. Hay también hoy curas y seglares desanimados debido a que no sintonizamos en absoluto con la postura de la mayoría de los jerarcas eclesiásticos actuales, que son mayoritariamente ultraconservadores. No compartimos su postura restauradora, intentando volver a las posiciones mantenidas por el Concilio de Trento frente a la nueva visión de Iglesia que dio el Concilio Vaticano II, que la considera sobre todo como Pueblo de Dios, lo que presuponía nuevos enfoques administrativos y pastorales. Con el nuevo Concilio se nos había abierto una esperanza de renovación que fue truncada sobre todo por el empeño que puso en ello Juan Pablo II, ayudado en gran medida por el actual Benedicto XVI, que, ya Papa, parece seguir el mismo camino que su antecesor.
14. El cura no lo es principalmente gracias al obispo. Tanto el cura, como el obispo, como el Papa son sacerdotes en función de la comunidad creyente, que es la heredera del sacerdocio de Jesús. Entendemos que el bautismo es el punto de partida desde donde se ha de entender el sacerdocio cristiano. Creemos que sólo hay un único Mediador, que es Jesucristo, de cuya mediación, que consiste sobre todo en facilitar la presencia de Dios en la vida humana, participamos directamente todos los bautizados. Para ser sacerdotes lo decisivo no es ser ordenados por un obispo para el ministerio sino la consagración existencial que consiste en la identificación con la vida de Cristo que no vivió para sí, sino entera y radicalmente para Dios y el hombre.
15. En función del sacerdocio común de los fieles el Consejo del Presbiterio, quizás con otro nombre, debiera también estar integrado por seglares, hombres y mujeres, todos ellos elegidos por las bases. No debiera ser un organismo meramente consultivo. Esta institución refleja el persistente clericalismo.
16. El ministerio del cura no debe ser concebido exclusivamente ni principalmente como un oficio litúrgico, sino más bien, de acuerdo con la vida de Jesús, cuyo sacerdocio no fue ritual sino existencial, el cura, hombre o mujer, casado o soltero, debe intentar ser ante todo maestro, pastor, profeta, testigo del Señor… valorando en especial la misión, el empeño en dar a conocer el mensaje cristiano, sobre todo a través de un testimonio cercano y comprensible y de un compromiso solidario con los pobres o “insignificantes de este mundo, destinatarios privilegiados del Reino de Dios en expresión de Jesús de Nazaret.
17. También tiene que ser prioritario en el cura ser animador del espíritu cristiano en la comunidad, como Jesús lo fue de sus discípulos. Creemos que las ideas claves de la espiritualidad del cura son semejantes a la de los fieles. En todo caso, el cura debiera destacar por su radicalidad en el esfuerzo de identificarse y seguir a Jesucristo con la libertad omnímoda de los hijos de Dios para ejercer la denuncia profética contra cualquier tipo de injusticia y de violencia.
18. Al hablar de Año Sacerdotal aparece lógicamente la palabra "sacerdote". Algunos no entendemos por qué la iglesia se empeña en usar una terminología no evangélica, que tiene, además, unas connotaciones totalmente negativas. Nos parece que el sumo sacerdote en los evangelios fue Caifás, no Jesús, quien, por otra parte, criticó duramente tanto al grupo sacerdotal como al culto del templo.
19. Los que somos curas seculares queremos que se nos considere y se trate nuestra función ministerial en la Iglesia como tales. No somos ni monjes ni frailes. Vivimos en el mundo. Somos gente del siglo que queremos vivir como la gente y entre la gente. El signo de identificación que Jesús les indicó a los apóstoles sólo fue uno: el amor. En esto os reconocerán como discípulos míos. Más que por llevar un alzacuello el cura se tiene que distinguir por ser acogedor, amable, estar abierto a todos, ser comprensivo, misericordioso, solidario, preocupado por los más pobres, los marginados, los enfermos…
20. Entendemos que puede ser muy provechoso para los curas, y testimonial para las comunidades, vivir varios en equipo, fraternalmente, compartiendo trabajo, sueldo, inquietudes…, organizando su vida como ellos estimen oportuno.
21. Nos parece que el trabajo civil constituye la forma más expresiva de inserción en la vida social. Debiera ser lo normal en la vida del cura, que, libre ya de urgencias económicas, pudiera dedicar de forma completamente gratuita el tiempo y las energías sobrantes al servicio ministerial de las comunidades. Este trabajo le liberaría seguramente de determinadas servidumbres eclesiásticas o políticas para ejercer con verdadera libertad Y galanura el carisma de la denuncia y del profetismo dentro y fuera de la Iglesia. En todo caso, mientras la situación no cambie, habría que nivelar solidariamente, mejor que se hace hasta ahora, la nómina de los curas. También habría que atender convenientemente, sin excluir la vertiente económica, a todos los laicos comprometidos de forma más o menos permanente en los servicios pastorales, que hasta ahora prestan gratuitamente en la mayoría de los casos.
SOBRE LOS SACERDOTES SECULARIZADOS
22. Es intolerable el tono insultante y despectivo que usan algunos documentos de la Iglesia al hablar de los curas secularizados, a quienes se les debiera también pedir perdón por ello. La diócesis debiera interesarse por los curas secularizados y saber si quieren aportar un quehacer en ella desde su nueva situación.
SOBRE LAS VOCACIONES SACERDOTALES Y EL SEMINARIO
23. Nos sentimos desconcertados por la situación del Seminario y no sabemos responder adecuadamente al problema de la escasez de vocaciones específicas al ministerio sacerdotal. Quizás si todos estuviéramos más comprometidos con los “insignificantes”, si fuéramos más radicales y claros en la lucha por la justicia, más libres y evangélicos a la hora de predicar “en tiempos duros”, más contemplativos y místicos, nuestra imagen de curas y nuestro ministerio sacerdotal tendría un atractivo mayor para los laicos y propiciaría el florecimiento de esas vocaciones. También nos parece que la relación sistemática y permanente de los curas con las comunidades cristianas, como se decía más arriba, favorecería las vocaciones.
24. En cualquier caso, y lo decimos mirando a las cristiandades de América latina y de África, no nos causaría un profundo desasosiego la llamativa escasez de vocaciones específicas, si toda la comunidad cristiana que vive en comunidades concretas, se sintiera urgida por la misión evangelizadora que le ha sido confiada por Cristo: que la impronta ministerial de la misma –“toda ella ministerial”- se potenciara con la evangelizadora -“toda ella evangelizadora”-.
EPÍLOGO
25. Hemos recordado recientemente el 30 aniversario del asesinato del obispo Oscar A. Romero. Lamentamos que las altas jerarquías de la Iglesia encargadas de las beatificaciones y canonizaciones se resistan durante tanto tiempo a llevarle oficialmente a los altares, no sucediendo así en otros casos. Creemos que lo que se pretende es “canonizar” sólo un determinado modo de ser cura y de ser cristiano, frente a otro, que nosotros creemos es también evangélico.
26. Los seglares del FORO de CRISTIANOS GASPAR GARCÍA LAVIANA, independientemente de criterios, actitudes y posiciones individuales, quisiéramos expresar nuestro aprecio y admiración a todos los curas en general, por sus cualidades humanas indudables, por su fe, por su testimonio, que aguanta el paso de los años, y por su dedicación bien desinteresada al servicio de sus parroquias. Creemos que no es precisamente el cura el responsable de la valoración bastante negativa que por algunas encuestas vemos que muchos hacen de la Iglesia Católica, que normalmente identifican con su Jerarquía. El papel de los curas es muy importante en la Iglesia. Tienen una responsabilidad que no pueden eludir. Su papel no lo pueden reducir a hacer simplemente lo mandado. No pueden renunciar a ejercer una actitud crítica también de la realidad eclesial.
27. Los componentes de este foro queremos aprovechar esta reflexión para pedir perdón por los sacerdotes o religiosos que últimamente hemos conocido que han provocado situaciones verdaderamente dolorosas al ser menores los que han sido objeto de sus abusos sexuales. Creemos que además de la responsabilidad personal, mayor o menor, hay una responsabilidad institucional de la Iglesia Católica, que hemos de asumir y sacar las enseñanzas pertinentes de tales hechos.
28. También pedimos perdón por nuestras propias infidelidades en el seguimiento de Jesús de Nazaret, en especial por nuestra falta de radicalidad y de coherencia, por nuestra connivencia con los aspectos más negativos de la vida de la Iglesia. Queremos hacer también hincapié en el pecado de hacer oídos sordos al clamor del sufrimiento de los más pobres y no denunciar a quienes los empobrecen hasta no poder disponer de los medios más elementales de subsistencia. Nos gustaría que los medios de comunicación instigasen también a la Iglesia para que fuera más radical en la condena del neoliberalismo, que tanta muerte y sufrimiento causa en el mundo.
Octubre 2010